LA EDAD DE HIERRO

Victoria Marín Fallas


En este universo de simbologías personales, son tan mitológicas las diosas del Olimpo como una abuela, una actriz de cine o una mujer desaparecida muchos años atrás. Resuena como un soplo en nuestros oídos, por igual, la voz de la historia (recuerdo colectivo), de la memoria (recuerdo personal) y del sueño (recuerdo de la imaginación).

Leopoldo Orozco



Aquí una muestra de lo que encontrarás en él:

MUCHACHA TEBANA



Reclino mi cabeza junto a la adormidera 

y pienso en ella. 

Pienso en ella

y calla el temblor de la imagen.


Todo, incluso el silencio,

reanima la conciencia

que hace ver los caballos del infierno

muchísimo más blancos,

más tristes

y pequeños.


Ahí donde la encrucijada se abre,

el polvo acaricia sus cabezas,

humano corazón.


Madre

Padre 

Hermano

eran su único deseo. 


Los mira a los ojos con dulzura,

pero ve más de lo que debe,

hace y dice el doble.


No nací para odiar,

sino para amar.


A causa de su fuerza, 

“el lado flaco de una mujer”,

fue censurada y maltratada,

molida en el lecho de la menta, 

y el álamo blanco.


Intra muros a veces la siento,

ímpetu gemelo más allá de los márgenes,

sacerdotisa, niña furiosa, 

la misma opresión en el pecho.


Hay algo en ella que también me habita

empuñando días como este, 

cuando llueve y las moscas son turba,


cuando nada puede consolarme

y tampoco lo quiero. 




RESPIRO




Es hermoso cuando escuchas,

cuando de verdad le miras,

deseas estar y te anclas al presente,

porque sus palabras tienen el peso de lo cierto. 


Esto nada tiene que ver

con la gracia del verbo o la sabiduría

que en el instante va dejando surcos 

cada vez más tenues.


Poco importa lo que diga, 

si tiene la dignidad de mostrarse.


Tan solo esto es suficiente

para quedarte un poco más

en el nido que construyes,

inocente, estremecida por el alba.



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