TODAS LAS BALLENAS

Renato Tinajero

Cada poema, exigía Adam Zagajewski, debe contener el mundo entero. La vastedad o profundidad de sus misterios, el carácter universal de sus revelaciones, deberían hacerlo parecer, de golpe, una historia entera de lo humano. Los poemas de Todas las Ballenas cumplen con esta alta demanda. En cada uno de ellos, el lector se encontrará como en medio de dos hondos universos, en un sitio construido por una imaginación que se extiende infinitamente hacia todos los costados, como una música.



Aquí una muestra de lo que encontrarás en él.

ALGO COMO UN DIOS


Algo como un dios se abría paso. Imagina ese algo: una pausa en el tumulto,

un detenerse de automóviles y gentes. Porque algo como un dios se estaba abriendo paso

ya. Cruzaba solemne la avenida, el pie seguro aunque algo cojo,

los cabellos rodándole en la espalda. Había olor a pescado en los cabellos de este dios.

Fue así aquella tarde. Sin prodigios. Sólo él y solamente aquel olor

en torno suyo. Y el silencio en torno. Y él que se aproxima a aquellas flores, corta una,

se la guarda. La perfecta adelfa, esto es verdad: era la más perfecta de entre ellas.

Y esto es verdad: el dios desaparece. Juega al viejo truco de ocultarse, a hacerse sombra

con la sombra de otro. Un perrazo café de largo pelo alcanza el otro lado de la calle.

Esa mujer cojea y toma el metro. Alguien que huele a pescado sube a su bicicleta,

se va. Queda la flor. La adelfa suspendida a dos milímetros del suelo,

como montada en el aire, moviéndose entre hojas de periódicos y cáscaras de frutas.

Sobrevolando un charquito gris de aceite. La adelfilla risueña

que se aleja, pequeñita, por el retrovisor, hasta volverse nada.




MEGAPTERA RUTILANS


Y la ballena sola, en su jaula de vidrio,

en su jaula de aire está cantando.


Con su garganta de seda está cantando.

Con su garganta de porcelana está cantando.

Con su garganta alegra el corredor y los patios redondos de la casa.

Y canta.


Es buen instrumento, opinan, mi ballena.

Es sirena buena, de buen tono, de madera de estrellas, cómo aprende a entonar, ballena mía.

Cómo aprende

el saludo,

la canción,

la despedida cortés. La pausa.

Y la voz se le condensa nuevamente entre los músculos

y canta hasta la tarde.

Y los cuatro gatos de la casa,

cuatro madejas dormidas

ya se sueñan

jaguares con el agua hasta la oreja, jaguares a la caza del delfín.

Y en la opulencia de la tarde otra ballena, en un tono bemol, en otro patio, se une al coro.

Y algo se ha ganado. Y algo secreto, bajo las quietas ramas de los fresnos, se ha perdido.


© Renato Tinajero. 2021

© Medusa Editores. 2021

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